sábado, 16 de febrero de 2008

Nuestro pasado lo demuestra: ¡¡No estamos hechos para comer carne!!

“Los animales son mis amigos y yo no me como a mis amigos”.
San Francisco de Asís (Religioso italiano, fundador de la orden Franciscana).
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El país en el cual actualmente vivo (Paraguay) fue inicialmente poblado, en la era precolombina, por varias tribus indígenas, entre los cuales los Guaraní, cuya lengua es actualmente una de las dos oficiales. Algunos minoritarios descendientes indígenas hasta hoy se encuentran en el país (en una situación lamentable) y, aun así me llamó mucho la atención, estudiando historia paraguaya, que todos los pueblos Guaraní eran más o menos vegetarianos, y algunos lo eran en absoluto. La alimentación carnívora les enfermaba y muchos no soportaban la alimentación europea. No tenían los Guaraní tradición alguna de haber sido un pueblo cazador. Sus antepasados vivían de hojas y plantas silvestres, mandioca y batata.

Es gracias al historiador francés Rochefort que se ha podido tener conocimiento de una tradición muy antigua de ellos, según la cual sus antepasados no se alimentaban sino de yerbas o yuyos (español paraguayo que hace referencia a las plantas) y de frutos naturales de la tierra. Los Guaraní nunca comieron huevos de ninguna clase. Dos motivos tenían, uno era higiénico (el huevo de los animales superiores prácticamente es carne y carne de las más putrescibles) y místico el otro (es un lujo de destrucción, teniendo en cuenta el número de seres que se destruyen en embrión al alimentarse la persona con huevos).

La alimentación base se daba a través de la mandioca, maíz, batata, frutas y miel. Entre las frutas se nutrían de la banana, el ananá, el poroto, guayaba, calabaza, otros productos vegetales típicos de la zona como la aratiku, jakarati'a, pakuri, kurapepê, sin dejar de mencionar el saludable coco típico del Paraguay, cuyos frutos son chiquitos (del tamaño de una balita de juego grande) y muy aceitosos. No usaban tabaco, ni tomaban mate, ni otro estimulante o narcótico, según Bertoni.

Sobre los Guaraní enfatizaba Rochefort: “No se dan entre ellos casos de edades abreviadas tan comunes entre nosotros; si no caen de muerte violenta, mueren casi todos viejísimos y su vejez es extremadamente vigorosa, a los 90 años los hombres tienen todavía hijos y muchos de ellos -que tienen más de 100 años- no tienen un pelo blanco.”

Además resulta extraordinario el hecho que F. de Castelnan encontró guaraníes que tenían de 200 a 203 años, lo cual pudo averiguar, porque recordaban remotos episodios de la guerra entre brasileños y holandeses.

Bertoni en su libro Higiene y Medicina Guaraní expone que en Paraguay había más de 100 centenarios por 100.000 habitantes y menciona a Miguel Solís, natural de un lugar denominado “Colombia”, que por ocupar desde su juventud un puesto en la administración de su aldea, figuró en las actas comunales. Tenía 198 años y gozaba de buena salud, era alegre, de buena memoria y vivía casi exclusivamente de mandioca y jugo de caña dulce. Un día de cada quince hacía un ayuno completo, fue visitado por varios médicos e higienistas, vivía en tiempos de Bertoni y aún vivió algunos años más.”

Diferentes historiadores quedaron sorprendidos por el estado de salud de estos ancianos; no se ha visto casos de parálisis senil tan común en todo el mundo; los ancianos caminaban como jóvenes con la cabeza atrevidamente levantada, su complejidad no estaba corrompida por el mucho comer y beber. No sucedía como entre los europeos, donde el anciano que no podía trabajar consideraba terminada su vida activa. Entre los Guaraní, en toda época y en todo su extremo territorio, el gobierno perteneció siempre a los ancianos. De ellos era el gobierno espiritual, la vigilancia de la moral y costumbres. Pero su consejo era también continuamente solicitado en toda emergencia, trabajo o empresa, tanto más cuanto mayor era su edad. El anciano se sentía feliz en esa condición y orgulloso de ser muy útil hasta el último día.”

Y en nuestros días, ¿qué nos falta impide ser como los Guaraní? ¿O es preferible intoxicar el cuerpo valioso -que Dios nos dio- comiendo pedazos de cadáver?

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