sábado, 2 de febrero de 2008

Así fue... como todo empezó :)

Hace tiempo estaba con la idea de publicar un Blog bien particular mío, no centrado precisamente en la dimensión profesional, la cual a veces quita más tiempo valioso a las personas de lo que en realidad debería, por eso “craneaba” repetidamente acerca de la temática a tratar y, siempre llegaba a la misma conclusión: Quería focalizarlo en una noble causa, en la cual empeñar mis esfuerzos y pensé, ¿qué mejor iniciativa, sino acerca del VEGETARIANISMO?... Cómo movimiento de NO violencia contra nuestros seres evolutivos más prójimos o hermanos menores: Los animales.

En este mundo material, caracterizado por el materialismo, la ignorancia y la falta de criterio, muchas personas no están concientes de lo que se alimentan. Yo formaba parte de ellas hasta los nueve años, cuando vivía en Alemania (mi patria) y mi familia preparaba comidas a base de carne, la cual era comprada en bandejitas blancas del super. En mi mente infantil, nunca llegué a relacionar que esa carne era en realidad pedazos de animal muerto. Es decir, cadáver de animal. Un animal que tuvo que sufrir y dejar su cuerpo por mí, que me alimentaba de él.

Allá por los años ’70 nuestra alimentación alemana, de primer mundo, era patética y consistía en chorizos o embutidos de diferente clase con pan, gulash (carne bovina picada con una salsa) y arroz blanco, milanesa de chancho, pollo o costilla asada de cerdo. Esa variedad de carne, se intercalaba con muchos dulces industriales, chocolate en barra, flan instantáneo, yummies, goma de mascar y caramelos duros o masticables. A base de eso me crié y apenas puede creer que alcancé la edad adulta, con tanta basura alimenticia.

En cuanto a verduras, solo se utilizaba la papa, el rabanito y la lechuga; esta última -para mi- era un sinsabor, porque se acompañaba nada más que de aceite, vinagre, sal y pimienta (... ¡falta de fantasía total!).

En esa época tuve una amiga y vecina de casa: Susanne. Los padres de ella utilizaban un poco más de verduras en su dieta diaria. Gracias a ella conocí el locote y el rábano blanco, por ejemplo.

Pero fue solamente cuando mis padres tuvieron la loca y al mismo tiempo cuerda idea de ir a vivir a Italia, cuando, ya viviendo en ese país, me di cuenta, en qué consistía mi alimentación.

Nos establecimos en una granja. Empezamos a tener huerta, campos y también ovejas, animal muy común en Italia. Las ovejas pronto tuvieron crías, lindos corderitos que parecían peluches, ¡tan tiernos eran! (o “chulina” como decimos en Paraguay). Se volvieron mis compañeros de juego. ¡Pero que asombro, cuando un día llegó un camión se los cargó y llevó! El mundo se me terminó. No podía creer a la explicación cruel de los adultos: Los corderitos eran transportados al matadero; una vez allí uno tras otro iban a ser degollados y la carne llevada a la carnicería para su consecuente venta y consumo.

Me sentí asqueada. Asqueada por mi, por lo que hice al comer carne, por la inconciencia alimenticia del mundo y también por mis costumbres alimenticias de hasta entonces.

Seguidamente desarrollé un atento interés por lo que comía; miraba y analizaba en qué consistían las distintas preparaciones que la gente suele consumir y me di cuenta que mucha pasta italiana que me gustaba, estaba rellena de carne, es decir rellena de carne muerta; supe que los bastoncitos de pescado que comía, eran de peces muertos y que hasta algunas salsas o caldos eran de carne (tipo los de “Maggi” o “Knorr” que tanto se usan en Alemania).

Es así que me negué a seguir comiendo carne, lo cual no fue fácil, no tanto desde la fortaleza de mi voluntad, sino desde el punto de vista de mi familia, que seguía sosteniendo que me hacía un bien alimentándome con carne y más carne, pero agradezco a Dios que haya podido tomar esa decisión y seguir adelante con ella, sin ser inconstante o cambiar de idea, ni dejarme influenciar o obedecer a las desubicadas apreciaciones del mundo de los adultos/familiares míos.

Desde entonces nunca más comí carne, ni pescado, ni pollo… No quiero que un ser viviente tenga que sufrir penurias terribles por mi causa, cuando madre naturaleza produjo tantas maravillas para nuestra alimentación, que no requieren la muerte de nadie, como la fruta y la verdura, con la cual se puede preparar comidas exquisitas, dignas de un gusto superior.

… Sigan acompañándome en este espacio, y, en las próximas publicaciones, podremos descubrir no solo el daño que hace la carne al organismo humano, sino qué de delicioso puede comer una persona que se encamina por el sendero del vegetarianismo, cocinar juntos recetas exquisitas, y… compartir muuuuuuchas anécdotas más de mi vida vegetariana (al estilo de la pregunta: "¿Y qué comes? ¿Pasto??" Jua jua jua).

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