sábado, 10 de abril de 2010

Receta de papas gouranga

En los últimos años no tuve mucho tiempo para cocinar, pero si un domingo dispongo como para preparar algo rico, para vegetarianos y, pensando en una preparación que generalmente le gusta también a los no tan vegetarianos, entonces una de las preparaciones que aprendí de mí mamá son las papas gouranga, tengo entendido que se llaman así por su color, dorado = gouranga, referido a una encarnación de Krsna, cuyo color de cutis era justamente dorado.

La receta es bien sencilla:
  • Se eligen papas, mejor las blancas sin pelarlas, sencillamente se lavan bien y se cortan en rodajas de aprox. medio centímetro cada una.
  • Luego se ponen a hervir hasta que estén un poco ablandadas (pero no estilo puré). Entonces se quita el agua y se disponen en una bandeja de metal o vidrio que resista a las temperaturas del horno y que sea no muy plana.
  • Seguidamente se abre un potecito de crema de leche, a la cual se le añade curry, cúrcuma y sal, mezclándose la crema con estos ingredientes; finalmente se derrama esta mezcla encima de las papas, para que a todas les alcance y queden hasta la mitad sumergidos por la crema.
  • A continuación se introducen en el horno, unos 25 min. aprox. hasta que estén tostadas y su color sea precisamente dorado (la crema de leche parecerá aceite).
Y... ¡Ya está! Combina súper bien para servir con un arroz de verdura y ensalada.

Aquí vuelvo a reiterar los ingredientes:

  1. Papas (tres grandes o unas ocho pequeñas)
  2. Crema de leche (un pote)
  3. Curry (media cuchara)
  4. Cúrcuma (una pizca para dar color a las papas)
  5. Sal (a gusto)

Una sabia recomendación: en la complacencia de Krsna, ofreciendo los alimentos.

sábado, 16 de febrero de 2008

Nuestro pasado lo demuestra: ¡¡No estamos hechos para comer carne!!

“Los animales son mis amigos y yo no me como a mis amigos”.
San Francisco de Asís (Religioso italiano, fundador de la orden Franciscana).
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El país en el cual actualmente vivo (Paraguay) fue inicialmente poblado, en la era precolombina, por varias tribus indígenas, entre los cuales los Guaraní, cuya lengua es actualmente una de las dos oficiales. Algunos minoritarios descendientes indígenas hasta hoy se encuentran en el país (en una situación lamentable) y, aun así me llamó mucho la atención, estudiando historia paraguaya, que todos los pueblos Guaraní eran más o menos vegetarianos, y algunos lo eran en absoluto. La alimentación carnívora les enfermaba y muchos no soportaban la alimentación europea. No tenían los Guaraní tradición alguna de haber sido un pueblo cazador. Sus antepasados vivían de hojas y plantas silvestres, mandioca y batata.

Es gracias al historiador francés Rochefort que se ha podido tener conocimiento de una tradición muy antigua de ellos, según la cual sus antepasados no se alimentaban sino de yerbas o yuyos (español paraguayo que hace referencia a las plantas) y de frutos naturales de la tierra. Los Guaraní nunca comieron huevos de ninguna clase. Dos motivos tenían, uno era higiénico (el huevo de los animales superiores prácticamente es carne y carne de las más putrescibles) y místico el otro (es un lujo de destrucción, teniendo en cuenta el número de seres que se destruyen en embrión al alimentarse la persona con huevos).

La alimentación base se daba a través de la mandioca, maíz, batata, frutas y miel. Entre las frutas se nutrían de la banana, el ananá, el poroto, guayaba, calabaza, otros productos vegetales típicos de la zona como la aratiku, jakarati'a, pakuri, kurapepê, sin dejar de mencionar el saludable coco típico del Paraguay, cuyos frutos son chiquitos (del tamaño de una balita de juego grande) y muy aceitosos. No usaban tabaco, ni tomaban mate, ni otro estimulante o narcótico, según Bertoni.

Sobre los Guaraní enfatizaba Rochefort: “No se dan entre ellos casos de edades abreviadas tan comunes entre nosotros; si no caen de muerte violenta, mueren casi todos viejísimos y su vejez es extremadamente vigorosa, a los 90 años los hombres tienen todavía hijos y muchos de ellos -que tienen más de 100 años- no tienen un pelo blanco.”

Además resulta extraordinario el hecho que F. de Castelnan encontró guaraníes que tenían de 200 a 203 años, lo cual pudo averiguar, porque recordaban remotos episodios de la guerra entre brasileños y holandeses.

Bertoni en su libro Higiene y Medicina Guaraní expone que en Paraguay había más de 100 centenarios por 100.000 habitantes y menciona a Miguel Solís, natural de un lugar denominado “Colombia”, que por ocupar desde su juventud un puesto en la administración de su aldea, figuró en las actas comunales. Tenía 198 años y gozaba de buena salud, era alegre, de buena memoria y vivía casi exclusivamente de mandioca y jugo de caña dulce. Un día de cada quince hacía un ayuno completo, fue visitado por varios médicos e higienistas, vivía en tiempos de Bertoni y aún vivió algunos años más.”

Diferentes historiadores quedaron sorprendidos por el estado de salud de estos ancianos; no se ha visto casos de parálisis senil tan común en todo el mundo; los ancianos caminaban como jóvenes con la cabeza atrevidamente levantada, su complejidad no estaba corrompida por el mucho comer y beber. No sucedía como entre los europeos, donde el anciano que no podía trabajar consideraba terminada su vida activa. Entre los Guaraní, en toda época y en todo su extremo territorio, el gobierno perteneció siempre a los ancianos. De ellos era el gobierno espiritual, la vigilancia de la moral y costumbres. Pero su consejo era también continuamente solicitado en toda emergencia, trabajo o empresa, tanto más cuanto mayor era su edad. El anciano se sentía feliz en esa condición y orgulloso de ser muy útil hasta el último día.”

Y en nuestros días, ¿qué nos falta impide ser como los Guaraní? ¿O es preferible intoxicar el cuerpo valioso -que Dios nos dio- comiendo pedazos de cadáver?

sábado, 2 de febrero de 2008

Así fue... como todo empezó :)

Hace tiempo estaba con la idea de publicar un Blog bien particular mío, no centrado precisamente en la dimensión profesional, la cual a veces quita más tiempo valioso a las personas de lo que en realidad debería, por eso “craneaba” repetidamente acerca de la temática a tratar y, siempre llegaba a la misma conclusión: Quería focalizarlo en una noble causa, en la cual empeñar mis esfuerzos y pensé, ¿qué mejor iniciativa, sino acerca del VEGETARIANISMO?... Cómo movimiento de NO violencia contra nuestros seres evolutivos más prójimos o hermanos menores: Los animales.

En este mundo material, caracterizado por el materialismo, la ignorancia y la falta de criterio, muchas personas no están concientes de lo que se alimentan. Yo formaba parte de ellas hasta los nueve años, cuando vivía en Alemania (mi patria) y mi familia preparaba comidas a base de carne, la cual era comprada en bandejitas blancas del super. En mi mente infantil, nunca llegué a relacionar que esa carne era en realidad pedazos de animal muerto. Es decir, cadáver de animal. Un animal que tuvo que sufrir y dejar su cuerpo por mí, que me alimentaba de él.

Allá por los años ’70 nuestra alimentación alemana, de primer mundo, era patética y consistía en chorizos o embutidos de diferente clase con pan, gulash (carne bovina picada con una salsa) y arroz blanco, milanesa de chancho, pollo o costilla asada de cerdo. Esa variedad de carne, se intercalaba con muchos dulces industriales, chocolate en barra, flan instantáneo, yummies, goma de mascar y caramelos duros o masticables. A base de eso me crié y apenas puede creer que alcancé la edad adulta, con tanta basura alimenticia.

En cuanto a verduras, solo se utilizaba la papa, el rabanito y la lechuga; esta última -para mi- era un sinsabor, porque se acompañaba nada más que de aceite, vinagre, sal y pimienta (... ¡falta de fantasía total!).

En esa época tuve una amiga y vecina de casa: Susanne. Los padres de ella utilizaban un poco más de verduras en su dieta diaria. Gracias a ella conocí el locote y el rábano blanco, por ejemplo.

Pero fue solamente cuando mis padres tuvieron la loca y al mismo tiempo cuerda idea de ir a vivir a Italia, cuando, ya viviendo en ese país, me di cuenta, en qué consistía mi alimentación.

Nos establecimos en una granja. Empezamos a tener huerta, campos y también ovejas, animal muy común en Italia. Las ovejas pronto tuvieron crías, lindos corderitos que parecían peluches, ¡tan tiernos eran! (o “chulina” como decimos en Paraguay). Se volvieron mis compañeros de juego. ¡Pero que asombro, cuando un día llegó un camión se los cargó y llevó! El mundo se me terminó. No podía creer a la explicación cruel de los adultos: Los corderitos eran transportados al matadero; una vez allí uno tras otro iban a ser degollados y la carne llevada a la carnicería para su consecuente venta y consumo.

Me sentí asqueada. Asqueada por mi, por lo que hice al comer carne, por la inconciencia alimenticia del mundo y también por mis costumbres alimenticias de hasta entonces.

Seguidamente desarrollé un atento interés por lo que comía; miraba y analizaba en qué consistían las distintas preparaciones que la gente suele consumir y me di cuenta que mucha pasta italiana que me gustaba, estaba rellena de carne, es decir rellena de carne muerta; supe que los bastoncitos de pescado que comía, eran de peces muertos y que hasta algunas salsas o caldos eran de carne (tipo los de “Maggi” o “Knorr” que tanto se usan en Alemania).

Es así que me negué a seguir comiendo carne, lo cual no fue fácil, no tanto desde la fortaleza de mi voluntad, sino desde el punto de vista de mi familia, que seguía sosteniendo que me hacía un bien alimentándome con carne y más carne, pero agradezco a Dios que haya podido tomar esa decisión y seguir adelante con ella, sin ser inconstante o cambiar de idea, ni dejarme influenciar o obedecer a las desubicadas apreciaciones del mundo de los adultos/familiares míos.

Desde entonces nunca más comí carne, ni pescado, ni pollo… No quiero que un ser viviente tenga que sufrir penurias terribles por mi causa, cuando madre naturaleza produjo tantas maravillas para nuestra alimentación, que no requieren la muerte de nadie, como la fruta y la verdura, con la cual se puede preparar comidas exquisitas, dignas de un gusto superior.

… Sigan acompañándome en este espacio, y, en las próximas publicaciones, podremos descubrir no solo el daño que hace la carne al organismo humano, sino qué de delicioso puede comer una persona que se encamina por el sendero del vegetarianismo, cocinar juntos recetas exquisitas, y… compartir muuuuuuchas anécdotas más de mi vida vegetariana (al estilo de la pregunta: "¿Y qué comes? ¿Pasto??" Jua jua jua).